Las premisas eran buenas, yo, Chiara, otra Chiara italiana, la parejita de franceses que viven en Casa Utopía y dos queridas hermanas chilenas llegadas a Bolivia para visitarme e ir al Carnaval, lo de Oruro, capital folklórica de uno de los países más diferentes que existan en este mundo.
El preámbulo es una noche de música y baile en dos lugarcitos bonitos de La Paz, el Mandrágola y el Target. Reggae y música del mundo con los queridos hermanos de Nativa, muchos amigos para saludar y charlar, mucha buena gente que me ha acompañado el año pasado y que estoy logrando seguir viendo este año en mis visitas a la capital.
Con dos horas de sueños salimos a la Terminal a buscar un pasaje a Oruro, en la perspectiva de quedarnos unas tres horas haciendo cola porqué todo el mundo, del occidente y del oriente, de Chile y Argentina llega para ir a uno de los carnavales de Bolivia, el más conocido. Pero la buena vibra nos ayuda y en media hora estamos en una flota que nos lleva rápida a Oruro, o por lo meno esa fue mi sensación porqué una vez salido cerré los ojos y al abrirlos habíamos llegado. En el medio casi cuatro horas, de justo y necesario descanso.
Ingenuamente empiezo a preguntar de cuartos básicos para poder dejar las cosas y de repente descansar un rato, pero los precios no bajan los 300 B$, 33€ por persona, alla gran puchica…. Una locura, mejor guardar esa plata por otras cosas; resolvimos dejando las mochillas en un deposito, 5 B$ a mochilla por un día, aguevo! Suena mejor, igual ya sabemos que no vamos a dormir en la noche. Muy bien, después que los demás comes-animales-muertos, se tiran un charque de cerdo y yo maíz y papa, vamos a descansar en el parquecito ecológico de Oruro, un jardín publico, casi la única zona verde de una ciudad caracterizada por el frío, el polvo, la minería y las buenas rocas para escalar.
Nos acercamos a la zona del desfile, muchísimos conjuntos llegan para desfilar, se preparan su entrada, bailando por horas, desfilando el recurrido que los lleva de la Terminal hacía la Plaza de la ciudad y de allí a la Iglesia. No me pregunten porqué algunas palabras estén en mayúsculo, es el corrector automático... a veces me pregunto quién se ocupa de decidir que va en mayúsculo, pero esa es otra historia.
Todo está organizado en gradas donde la gente paga para ver los desfiles, pero bueno, siempre se encuentra la forma de ahorrar platita, así que llegando a una curva encontramos un rinconcito y nos ponemos chochos a mirar el desfile, tomando alguito, charlando, o intentando hacerlo, con hermanos ya muy picados, mirando las primeras peleas, admirando los trajes que son obras de arte que hacen sonreír la moda gringa tan simple y parecida.
Sobre todo disfrutando de la energía que esta gente pone en sus bailes, reflejo de la identidad y de la conciencia comunitaria que los caracterizas. Baile como expresión cultural, baile como rivendicación, afirmación; no exclusiva si no de conocimiento reciproco.
Y así pasa el día, seguimos el desfile, hacemos guerra de globos con los niños, las niñas bonitas y las cholitas, tomamos chicha, encontramos amigos queridos hasta llegar a la plaza. Después un encuentro inolvidable con un señor loquito que por medía hora ha estado en frente a nosotros repitiendo la misma cosa: “¡Estados Unidos, Alemania, Francia, Ámsterdam, Banco Bisa, Plaza!” haciéndonos cagar de la risa, decidimos salir para ir a cambiarnos de la ropa mojada y empezar frescos la noche de fiesta. Ingenuos, una vez más; salir de la plaza nos cuesta hora y medía. Claro porqué todo alrededor de la plaza hay desfiles, así que solamente despacito dejan salir unas cuantas personas, y imagínense la cantidad de gente presente. Sumen a esto la poca capacidad logística que a veces caracteriza esta gente; resultado, una larguisima cola caracterizada por gente que meaba en la plaza, niños en overdosis hormonal que mojaban cualquier chavalita que pasaba que regularmente los mandaban al carajo, imagines de “dramas latinos” (i.e. parejas que pelean duro gritando, ella que escapa, el que la llama, el que la deja, ella que regresa, los dos que se besan, ella que va a comprar cerveza, el que se besa con otra y se va con ella). Y al fin, nos acercamos a la salida de la plaza, faltan un par de metros, nada más; pero resulta que del otro lado a los que quieren entrar faltan dos metros igual, y entre alcohol y hormones pues nadie deja pasar los demás; mientras estaba allí en el medio flotando, empujando, rezando Ohm Namah Shivaya para no mandar a la verga esa gente que mide su masculinidad según la fuerza de quién empuja más, me imaginaba que linda debía haber sido esa imagen vista del alto, tipo esa masa de hormigas pegadas que ni saben bien donde ir, pero si pegadas siguiendo por horas así. Resultado, rodillas fracasadas, celulares desaparecidos, gente llorando, gente en ambulancia, gente que se ha tomado una botella de Anejo mientras tantos; ¡todos vivos, sigue la fiesta! Pasaremos las horas comiendo sopitas para calentarnos, tomando linaza y aguardiente, mirando hermosos disfraces bailando, animados por cuerpos orgullosos que se mueven con elegancia. Llega la hora que nos acerca a la madrugada, así que vamos a la iglesia donde todos los conjuntos llegan. Chiara nos sugiere de subir unas escaleras porqué de allí la vista es diferente; y resulta muy cierto. De encima, se mira todo: Oruro, la gente en la plaza frente a la iglesia, los conjuntos entrando, los muertos durmiendo o molestando, la farra grave que encanta a la gente de este país, las peleas amortiguadas por los demás, los juegos pirotécnicos. Y poco a poco llega la luz; todos nuestros compañeros de viaje duermen en las escaleras, yo abrazado a Chiara, feliz. Llega el momento en el cual, al aparecer la luz, suena el tambor tres veces y otra locura empieza: todas las bandas empiezan a tocar su música al mismo tiempo, todos temas diferentes, todos bailando cosas distintas, todos con el trago en la mano (pues eso siempre), todos con una sonrisa tan grande cuanto la resaca que en dos días tendrán. Si porqué la fiesta sigue el día después, y el siguiente. Al campo, donde trabajaba el año pasado, se farrean una semana. Se dice que el carnaval sea el momento donde se pueda hacer todo lo que está contra la ley, moral como legal… ¡imagínense!
¡¡Linda Oruro, Linda Bolivia y su gente!!
El preámbulo es una noche de música y baile en dos lugarcitos bonitos de La Paz, el Mandrágola y el Target. Reggae y música del mundo con los queridos hermanos de Nativa, muchos amigos para saludar y charlar, mucha buena gente que me ha acompañado el año pasado y que estoy logrando seguir viendo este año en mis visitas a la capital.
Con dos horas de sueños salimos a la Terminal a buscar un pasaje a Oruro, en la perspectiva de quedarnos unas tres horas haciendo cola porqué todo el mundo, del occidente y del oriente, de Chile y Argentina llega para ir a uno de los carnavales de Bolivia, el más conocido. Pero la buena vibra nos ayuda y en media hora estamos en una flota que nos lleva rápida a Oruro, o por lo meno esa fue mi sensación porqué una vez salido cerré los ojos y al abrirlos habíamos llegado. En el medio casi cuatro horas, de justo y necesario descanso.
Ingenuamente empiezo a preguntar de cuartos básicos para poder dejar las cosas y de repente descansar un rato, pero los precios no bajan los 300 B$, 33€ por persona, alla gran puchica…. Una locura, mejor guardar esa plata por otras cosas; resolvimos dejando las mochillas en un deposito, 5 B$ a mochilla por un día, aguevo! Suena mejor, igual ya sabemos que no vamos a dormir en la noche. Muy bien, después que los demás comes-animales-muertos, se tiran un charque de cerdo y yo maíz y papa, vamos a descansar en el parquecito ecológico de Oruro, un jardín publico, casi la única zona verde de una ciudad caracterizada por el frío, el polvo, la minería y las buenas rocas para escalar.
Nos acercamos a la zona del desfile, muchísimos conjuntos llegan para desfilar, se preparan su entrada, bailando por horas, desfilando el recurrido que los lleva de la Terminal hacía la Plaza de la ciudad y de allí a la Iglesia. No me pregunten porqué algunas palabras estén en mayúsculo, es el corrector automático... a veces me pregunto quién se ocupa de decidir que va en mayúsculo, pero esa es otra historia.
Todo está organizado en gradas donde la gente paga para ver los desfiles, pero bueno, siempre se encuentra la forma de ahorrar platita, así que llegando a una curva encontramos un rinconcito y nos ponemos chochos a mirar el desfile, tomando alguito, charlando, o intentando hacerlo, con hermanos ya muy picados, mirando las primeras peleas, admirando los trajes que son obras de arte que hacen sonreír la moda gringa tan simple y parecida.
Sobre todo disfrutando de la energía que esta gente pone en sus bailes, reflejo de la identidad y de la conciencia comunitaria que los caracterizas. Baile como expresión cultural, baile como rivendicación, afirmación; no exclusiva si no de conocimiento reciproco.
Y así pasa el día, seguimos el desfile, hacemos guerra de globos con los niños, las niñas bonitas y las cholitas, tomamos chicha, encontramos amigos queridos hasta llegar a la plaza. Después un encuentro inolvidable con un señor loquito que por medía hora ha estado en frente a nosotros repitiendo la misma cosa: “¡Estados Unidos, Alemania, Francia, Ámsterdam, Banco Bisa, Plaza!” haciéndonos cagar de la risa, decidimos salir para ir a cambiarnos de la ropa mojada y empezar frescos la noche de fiesta. Ingenuos, una vez más; salir de la plaza nos cuesta hora y medía. Claro porqué todo alrededor de la plaza hay desfiles, así que solamente despacito dejan salir unas cuantas personas, y imagínense la cantidad de gente presente. Sumen a esto la poca capacidad logística que a veces caracteriza esta gente; resultado, una larguisima cola caracterizada por gente que meaba en la plaza, niños en overdosis hormonal que mojaban cualquier chavalita que pasaba que regularmente los mandaban al carajo, imagines de “dramas latinos” (i.e. parejas que pelean duro gritando, ella que escapa, el que la llama, el que la deja, ella que regresa, los dos que se besan, ella que va a comprar cerveza, el que se besa con otra y se va con ella). Y al fin, nos acercamos a la salida de la plaza, faltan un par de metros, nada más; pero resulta que del otro lado a los que quieren entrar faltan dos metros igual, y entre alcohol y hormones pues nadie deja pasar los demás; mientras estaba allí en el medio flotando, empujando, rezando Ohm Namah Shivaya para no mandar a la verga esa gente que mide su masculinidad según la fuerza de quién empuja más, me imaginaba que linda debía haber sido esa imagen vista del alto, tipo esa masa de hormigas pegadas que ni saben bien donde ir, pero si pegadas siguiendo por horas así. Resultado, rodillas fracasadas, celulares desaparecidos, gente llorando, gente en ambulancia, gente que se ha tomado una botella de Anejo mientras tantos; ¡todos vivos, sigue la fiesta! Pasaremos las horas comiendo sopitas para calentarnos, tomando linaza y aguardiente, mirando hermosos disfraces bailando, animados por cuerpos orgullosos que se mueven con elegancia. Llega la hora que nos acerca a la madrugada, así que vamos a la iglesia donde todos los conjuntos llegan. Chiara nos sugiere de subir unas escaleras porqué de allí la vista es diferente; y resulta muy cierto. De encima, se mira todo: Oruro, la gente en la plaza frente a la iglesia, los conjuntos entrando, los muertos durmiendo o molestando, la farra grave que encanta a la gente de este país, las peleas amortiguadas por los demás, los juegos pirotécnicos. Y poco a poco llega la luz; todos nuestros compañeros de viaje duermen en las escaleras, yo abrazado a Chiara, feliz. Llega el momento en el cual, al aparecer la luz, suena el tambor tres veces y otra locura empieza: todas las bandas empiezan a tocar su música al mismo tiempo, todos temas diferentes, todos bailando cosas distintas, todos con el trago en la mano (pues eso siempre), todos con una sonrisa tan grande cuanto la resaca que en dos días tendrán. Si porqué la fiesta sigue el día después, y el siguiente. Al campo, donde trabajaba el año pasado, se farrean una semana. Se dice que el carnaval sea el momento donde se pueda hacer todo lo que está contra la ley, moral como legal… ¡imagínense!
¡¡Linda Oruro, Linda Bolivia y su gente!!
1 commento:
Ni modo, me perdi las farras.Y pensar que cuando vivia en la Paz el dengue era para mi una de esas enfermedades pintorescas que escuchas comentar en las novelas brasileras.
Posta un commento